LA
CIUDAD SUBMARINA DE YONAGUNI EN JAPÓN
PARTE
I
Introducción
En las
profundidades del mar que baña las costas de la isla de Yonaguni, en el extremo
suroeste del archipiélago japonés, yace una de las estructuras más enigmáticas
descubiertas en el fondo oceánico. Conocida popularmente como la “ciudad
submarina de Yonaguni”, esta formación rocosa ha desatado desde su hallazgo
en 1986 un intenso debate entre científicos, arqueólogos y entusiastas de los
misterios antiguos. ¿Se trata de una maravilla natural esculpida por el tiempo
y el oleaje, o de los restos sumergidos de una civilización humana aún no
documentada?
Escalones,
plataformas, ángulos rectos y lo que parecen pasillos y escaleras han
alimentado la hipótesis de que este lugar podría ser una construcción
artificial, quizá datada en una época anterior a la última glaciación, cuando
el nivel del mar era mucho más bajo. De confirmarse esta idea, Yonaguni podría
transformar por completo nuestra comprensión de la historia humana en Asia
oriental, abriendo la puerta a la existencia de culturas avanzadas aún por
descubrir.
Esta
introducción nos invita a sumergirnos —literal y metafóricamente— en uno de los
misterios geológicos y arqueológicos más fascinantes del mundo contemporáneo.
¿Obra de la naturaleza, del ser humano o de ambos? La ciudad submarina de
Yonaguni sigue esperando respuestas bajo el silencio milenario del océano
Pacífico.
El Monumento de
Yonaguni no solo ha despertado el interés de geólogos y arqueólogos; también ha
avivado la imaginación popular y ha reactivado antiguas leyendas locales que se
entrelazan con la posible existencia de civilizaciones desaparecidas. La conexión
entre ciencia y mito es, en este caso, inevitable: cuando los datos empíricos
no alcanzan a explicar por completo una estructura tan desconcertante, la
tradición oral y la especulación arqueológica se convierten en aliados de la
narrativa.
📜 Teorías arqueológicas alternativas
Aunque la
mayoría de los arqueólogos consideran que la formación de Yonaguni es un
fenómeno natural, existen expertos que sostienen lo contrario y han propuesto
distintas teorías sobre su posible origen humano:
- Hipótesis de una civilización
prehistórica asiática:
Algunos investigadores sugieren que las estructuras podrían haber sido construidas por una cultura que existió antes del final de la última glaciación, hace más de 10.000 años, cuando el nivel del mar era mucho más bajo. Esta teoría implicaría la existencia de civilizaciones avanzadas anteriores a las conocidas por la arqueología convencional. - La Atlántida del Pacífico:
Inspirados por los escritos de Platón y la búsqueda de civilizaciones perdidas, ciertos autores han llegado a vincular Yonaguni con una especie de “Atlántida asiática”. Se postula que esta cultura habría sido destruida por un cataclismo natural, como un tsunami o un terremoto, y que sus ruinas quedaron sumergidas con el paso del tiempo. - Uso ceremonial o astronómico:
Otra línea de pensamiento propone que Yonaguni podría haber sido un centro ceremonial, una especie de ziggurat marino o templo orientado astronómicamente. Algunas marcas rectas en la piedra han sido interpretadas como posibles alineamientos con el solsticio o con constelaciones.
Estas teorías,
aunque no verificadas por la comunidad científica internacional, han sido
sostenidas con entusiasmo por investigadores independientes y han ayudado a
mantener vivo el debate.
🐉 Leyendas locales de Okinawa y Yonaguni
Mucho antes del
descubrimiento del monumento por parte de los buceadores modernos, las islas
Ryukyu, donde se encuentra Yonaguni, estaban impregnadas de una rica tradición
de mitos y leyendas. Algunas de ellas, curiosamente, encajan con la idea de
tierras antiguas y perdidas bajo el mar:
- Reinos sumergidos:
Algunas leyendas de Okinawa hablan de ciudades antiguas que fueron tragadas por el mar como castigo de los dioses o por desequilibrios provocados por la codicia humana. Si bien estas historias no mencionan a Yonaguni directamente, ofrecen un marco cultural que normaliza la idea de civilizaciones desaparecidas bajo las aguas. - Serpientes de piedra y guardianes
del mar:
Otros relatos mencionan criaturas marinas o “kami” (espíritus) que habitan en las profundidades y protegen antiguos secretos. Algunas piedras talladas, como la llamada “piedra de la tortuga”, han sido interpretadas como símbolos rituales vinculados con estos seres mitológicos. - Sacerdotisas y sabias del agua:
En el folclore de las islas Ryukyu, se habla de mujeres con conocimientos sagrados que tenían contacto directo con los espíritus del océano. Estas figuras femeninas podrían haber jugado un papel central en antiguos rituales ligados al mar y al conocimiento perdido, lo cual da lugar a especulaciones sobre el posible carácter ceremonial del lugar.
🌊 Ciencia y mito: dos caminos hacia la
misma fascinación
Aun cuando la
ciencia aún no ha validado ninguna hipótesis arqueológica concluyente sobre
Yonaguni, el peso simbólico de estas leyendas es innegable. Nos hablan de una
memoria ancestral que identifica el mar como archivo de mundos perdidos, y de
una cultura que reconoce en las profundidades marinas no solo un entorno
físico, sino también espiritual.
Las estructuras
de Yonaguni son, en este sentido, una puerta entre dos mundos: el de la
arqueología empírica, que exige pruebas, y el de la tradición oral, que guarda
intuiciones que la historia escrita aún no ha alcanzado.
3. Impacto
científico: cómo la ciudad submarina de Yonaguni ha influido en el debate entre
geología y arqueología
El
descubrimiento del monumento submarino de Yonaguni no solo ha desatado el
asombro popular, sino que también ha generado un intenso y a veces polémico
debate en el ámbito científico. Lo que comenzó como una curiosidad geológica se
transformó rápidamente en un campo de disputa intelectual entre dos disciplinas
que rara vez se enfrentan: la geología y la arqueología.
🪨 La postura geológica: formación natural
La mayoría de
los geólogos que han estudiado la estructura coinciden en que se trata de una formación
natural, resultado de procesos geológicos y erosivos comunes en ciertas
formaciones de roca arenisca. Según esta interpretación, los ángulos rectos y
las superficies planas que caracterizan el monumento son el producto de fracturas
tectónicas, combinadas con la erosión marina, los tsunamis y el colapso de
bloques por gravedad.
El geólogo
marino Robert Schoch, conocido por sus trabajos en Egipto, examinó
Yonaguni en los años 90 y concluyó que no hay evidencia convincente de trabajo
humano. Para Schoch y otros especialistas, la tentación de ver diseño en lo
geométrico no debe confundirse con evidencia real de intervención humana. En
sus palabras: “la naturaleza puede parecer artificial cuando rompe con
nuestras expectativas, pero sigue siendo naturaleza”.
🏛️ La postura arqueológica alternativa:
posible intervención humana
Por otro lado,
algunos arqueólogos —sobre todo independientes y no siempre pertenecientes al
ámbito académico convencional— han planteado que la estructura muestra
signos de trabajo humano, especialmente por sus alineamientos, proporciones
regulares y elementos que recuerdan a escaleras, terrazas y figuras simbólicas.
El más
destacado defensor de esta idea es el profesor Masaaki Kimura, geólogo
japonés que ha dedicado décadas a estudiar el lugar. Kimura sostiene que,
aunque la base de la estructura sea natural, hay claras modificaciones humanas
posteriores. Según sus observaciones, hay canales, muros, pozos y relieves que
no pueden explicarse sólo por la erosión. Incluso ha sugerido que podrían
tratarse de ruinas de una civilización desconocida que existió antes del fin de
la última Edad de Hielo.
⚖️ Un debate metodológico: ¿dónde trazar la línea?
Lo que hace
particularmente interesante el caso de Yonaguni es que no encaja cómodamente
en ninguna categoría. Para los geólogos, carece de elementos concluyentes
que prueben que fue tallada por humanos. Para los arqueólogos, la falta de
restos culturales —herramientas, cerámica, huesos— hace muy difícil
clasificarla como yacimiento arqueológico.
Esta ambigüedad
ha puesto sobre la mesa un debate más amplio sobre los criterios con los que
se definen las estructuras artificiales y el papel de la
interdisciplinariedad. Algunos investigadores proponen que solo mediante una
colaboración estrecha entre geólogos, arqueólogos marinos, antropólogos y
expertos en tecnologías de escaneo submarino se podrá llegar a una conclusión
más sólida.
🔬 Nuevas tecnologías y reactivación del
debate
En los últimos
años, el desarrollo de herramientas como el escaneo 3D submarino, el LIDAR
acuático o el mapeo georreferenciado por dron está permitiendo un
estudio mucho más preciso de estas estructuras. Estas tecnologías abren la
posibilidad de evaluar con mayor objetividad si existen patrones que no pueden
explicarse por medios naturales.
Además, el
creciente interés por la arqueología marina y por lugares que
desafían el paradigma convencional ha vuelto a poner a Yonaguni en el radar
de la ciencia. Aunque no hay aún un consenso definitivo, lo que sí es cierto es
que ha obligado a ambas disciplinas a revisar sus métodos, su lenguaje y sus
límites.
Exploración
Científica de las Ruinas Submarinas de Yonaguni
Introducción
Las enigmáticas
ruinas submarinas de Yonaguni, en la isla homónima al suroeste de Japón,
atraen a científicos y buceadores desde su descubrimiento en 1986. Bajo las
aguas cristalinas del Pacífico emergen formaciones rocosas con apariencia de
terrazas y escalinatas, que algunos interpretan como los restos de una antigua
civilización, mientras otros las consideran un fenómeno geológico natural. La
formación principal, conocida como el Monumento de Yonaguni, mide
aproximadamente 100 metros de largo por 60 metros de ancho, con unos 25 metros
de altura (Yonaguni
Underwater Ruins | Travel Japan - Japan National Tourism Organization (Official
Site)). A pesar de hallarse en aguas someras (en torno a 25 m de
profundidad), el sitio presenta fuertes corrientes marinas, lo que
implica que solo buzos experimentados puedan explorarlo con seguridad (Yonaguni
Underwater Ruins | Travel Japan - Japan National Tourism Organization (Official
Site)). En las últimas décadas se han organizado múltiples inmersiones y expediciones
científicas modernas para estudiar Yonaguni, combinando técnicas de arqueología
submarina (para buscar posibles indicios de intervención humana) y geología
marina (para comprender su formación). A continuación, se describen de
forma divulgativa los procedimientos habituales de exploración, el equipo y
tecnologías empleados, los retos operativos del buceo en Yonaguni, y los
hallazgos más relevantes obtenidos recientemente.
Fases
típicas de la exploración submarina
Una expedición
científica subacuática en Yonaguni sigue generalmente varias fases
secuenciales, similares a las de cualquier investigación de arqueología o
geología submarina:
- Planificación y prospección
inicial: se
realiza un estudio preliminar con mapas y sonares para conocer la
topografía del fondo. Esto incluye cartografiar la zona con sonar de
barrido lateral o multihaz para identificar las estructuras
principales bajo el agua. También se recopila información sobre
corrientes, mareas y visibilidad esperada, y se revisan antecedentes
(fotos o videos previos del sitio).
- Inmersión de reconocimiento: un primer equipo de buzos
desciende para inspeccionar la zona de forma general. En esta fase se
verifican las características observadas en el mapa batimétrico, se evalúa
el estado de las formaciones (por ejemplo, su escala real, accesibilidad,
presencia de coral u otros crecimientos) y se identifican peligros
potenciales para las siguientes inmersiones.
- Documentación detallada del sitio: es el núcleo de la expedición. Los
científicos llevan a cabo un mapeo exhaustivo de las estructuras.
Para ello utilizan cámaras fotográficas de alta resolución, libretas
impermeables y herramientas de medición bajo el agua. Se aplica
ampliamente la fotogrametría submarina, que consiste en tomar
cientos o miles de fotografías solapadas desde todos los ángulos, para
luego procesarlas y obtener un modelo tridimensional exacto del yacimiento
(Exploration
Tools: Photogrammetry: NOAA Office of Ocean Exploration and Research).
También se pueden desplegar escáneres 3D (por ejemplo, sonares de
alta frecuencia montados en trípodes o en robots) para capturar
digitalmente las formas de las rocas. Los buzos suelen colocar balizas o
puntos de referencia en la estructura para escalar y georreferenciar el
modelo. Además, se graba vídeo en HD/4K y se hacen croquis subacuáticos a
mano alzada para complementar el registro.
- Toma de muestras y estudio in situ: si la investigación lo requiere,
durante las inmersiones detalladas se pueden recoger muestras
físicas. En Yonaguni, por ejemplo, geólogos han extraído pequeños
fragmentos de roca usando martillo y cincel bajo el agua (Robert
M. Schoch: Younaguni) para analizarlos en laboratorio (buscando
huellas de cortes artificiales o para identificar la composición de la
piedra). Si hubiera sedimentos sueltos cubriendo partes de las “ruinas”,
se emplearían métodos de excavación arqueológica submarina, como succión o
cepillado, para exponer la estructura —aunque en Yonaguni la mayor parte
de la superficie está limpia debido a la acción del mar. También se
podrían tomar muestras biológicas (como corales adheridos a las rocas)
que, mediante datación, ayuden a estimar desde cuándo están sumergidas las
formaciones.
- Análisis de datos y reconstrucción: con la información recopilada, el
equipo procede a procesar y analizar los datos en la superficie.
Las fotografías se introducen en software especializado de fotogrametría,
generando un modelo digital 3D del monumento con alta resolución (Exploration
Tools: Photogrammetry: NOAA Office of Ocean Exploration and Research).
De igual forma, los datos batimétricos del sonar se procesan para producir
mapas detallados del relieve submarino en Yonaguni. Se calibran las
medidas tomadas por los buzos, se corrigen colores de las imágenes (ya que
bajo el agua dominan los tonos azul-verdes) y se integran todos los
conjuntos de datos en un sistema común de referencia geográfica. El
resultado son planos precisos, ortofotos subacuáticas y modelos virtuales
que permiten estudiar cada arista, grieta y bloque en las “ruinas” como si
el agua hubiese sido drenada.
- Interpretación y monitoreo: finalmente, los científicos
realizan un análisis interdisciplinar de los hallazgos. Arqueólogos
examinan el modelo 3D en busca de patrones o simetrías difíciles de
explicar por procesos naturales (por ejemplo, ángulos rectos repetitivos u
orientaciones alineadas con puntos cardinales), mientras que geólogos
evalúan si las formaciones encajan con fracturas y erosión típicas de la
roca local. Con los modelos digitales es posible medir con exactitud
estructuras enteras y compararlas con restos conocidos (p.ej., pirámides o
templos antiguos) para ver semejanzas o descartarlas. Frecuentemente se
programan inmersiones adicionales para verificar sobre el terreno
observaciones del análisis (por ejemplo, inspeccionar de cerca una arista
que en el modelo parece tallada). Además, al quedar los datos guardados,
se pueden monitorear cambios en el sitio a lo largo del tiempo:
nuevas mediciones años después podrían mostrar si ha habido
desprendimientos, sedimentación o crecimiento biológico adicional. Este
seguimiento a largo plazo ayuda tanto a la ciencia (entender la evolución
natural submarina) como a la conservación del lugar.
Equipo y
personal necesario
El éxito de una
expedición en Yonaguni depende de contar con un equipo humano especializado
y la tecnología adecuada para trabajar en un entorno subacuático complejo.
Entre los elementos esenciales se encuentran:
- Buzos científicos: Son buceadores profesionales
(arqueólogos subacuáticos, geólogos marinos u otros técnicos) con
entrenamiento especial para trabajar bajo el agua. Ellos se encargan de la
observación directa, toma de medidas y uso de instrumentos en el fondo
marino. Operar en Yonaguni exige experiencia en buceo en corriente,
dominio de la flotabilidad (para no dañar ni alterar el entorno) y
habilidad en técnicas como el dibujo submarino y la fotografía científica.
Los buzos suelen utilizar equipos SCUBA convencionales con tanques de aire
o nitrox; en algunos casos, si se requiere mayor tiempo de inmersión,
pueden emplearse rebreathers (equipos de circuito cerrado que
reciclan el aire) para extender la duración bajo el agua y evitar burbujas
que enturbien la toma de imágenes. Además, llevan tablillas
impermeables, cintas de medir, brújulas subacuáticas y luces de buceo
potentes para iluminar rincones oscuros de la estructura. (En cada
inmersión se siguen protocolos de seguridad estrictos: los buzos
descienden en parejas o grupos, establecen puntos de reunión y calculan el
tiempo de fondo para ascender con suficientes reservas de aire, dado que
Yonaguni está en mar abierto sin fácil soporte inmediato.)
- Vehículos robóticos submarinos
(ROVs/AUVs): Junto
a los buceadores, las expediciones modernas despliegan robots
subacuáticos para explorar y mapear zonas de difícil acceso o
complementar el trabajo humano. Un ROV (Remotely Operated Vehicle)
es un robot conectado al barco mediante un cable umbilical, controlado en
tiempo real por operadores en superficie. Equipados con cámaras de vídeo,
focos y propulsores, los ROV pueden descender a profundidades mayores o en
corrientes donde sería arriesgado para un buzo, transmitiendo imágenes en
vivo. En Yonaguni se ha llegado a usar ROVs de última generación capaces
de escanear en 3D el monumento: por ejemplo, el robot japonés “Murakumo”
integra múltiples cámaras y sonar, desplazándose alrededor de las
estructuras para generar modelos tridimensionales precisos (Exploring
the Uncharted Seafloors - Underwater 3D Scanning Robot
"MURAKUMO"|WORLD
SCAN PROJECT 公式note). Estos ROV de
exploración científica llevan manipuladores (brazos mecánicos) para tomar
muestras o colocar instrumentos, y sensores de navegación inercial y
acústica para conocer su posición bajo el agua (dado que la señal GPS no
penetra el agua). También existen AUVs (Autonomous Underwater
Vehicles), drones submarinos autónomos que pueden programarse para
recorrer un área haciendo un levantamiento sistemático (por ejemplo,
mapeando un cuadrante de 100×100 m alrededor del yacimiento). Los AUV, al
no tener cable, pueden maniobrar con mayor libertad entre las formaciones
y suelen cargar cámaras o sónar de barrido para cartografiar grandes
extensiones. Tanto ROVs como AUVs resultan invaluables en Yonaguni para
cubrir partes del terreno submarino en las que el buceo manual sería
limitado por el tiempo o las condiciones.
- Sensores y equipos de detección: La exploración científica incluye
una variedad de instrumentos de medición subacuática. Uno
fundamental es la ecosonda multihaz (sonar multihaz), un
dispositivo que emite pulsos de sonido hacia el fondo y capta el eco,
permitiendo medir la profundidad en un amplio abanico bajo el barco.
Embarcada en una lancha que recorre la zona, la ecosonda multihaz produce
un mapa batimétrico tridimensional del sitio con alta resolución (HGM03-09).
Gracias a esta tecnología, los investigadores obtienen una vista completa
de la morfología del monumento y sus alrededores antes de sumergirse,
identificando paredes, depresiones y bloques destacados. Otro sensor común
es el sonar de barrido lateral, útil para obtener imágenes
acústicas del relieve horizontalmente y detectar estructuras
sobresalientes en el fondo. En misiones geológicas puede usarse un perfilador
de subsuelo (sub-bottom profiler), que envía ondas de sonido de baja
frecuencia capaces de penetrar algunos metros bajo el sedimento, revelando
si debajo de la arena hay continuaciones de estructuras o capas ocultas
(aunque en Yonaguni la formación parece aflorar directamente sin cubrirse
de sedimento). Adicionalmente, se disponen cámaras fotográficas y de
video submarinas de alta definición montadas en bastidores o en los
mismos ROVs, que capturan todos los detalles visuales. Estas cámaras a
menudo llevan lentes gran angulares y se acompañan de potentes flashes o
focos LED para lograr imágenes claras en la penumbra subacuática. Otros
sensores que pueden emplearse incluyen magnetómetros (que detectan
anomalías magnéticas por presencia de metales; poco relevantes en Yonaguni
al ser roca, pero útiles si se buscara algún objeto metálico antiguo) y escáneres
láser o de luz estructurada adaptados para agua, que en algunas
exploraciones experimentales se utilizan para obtener modelos 3D a escala
milimétrica de pequeñas áreas. En conjunto, este repertorio de equipos
permite recopilar una gran cantidad de datos complementarios durante las
expediciones científicas.
(Dive
Into Japan's Mysterious Yonaguni Monument | Scuba Diving) Un buzo
explora de cerca las formaciones escalonadas del Monumento submarino de
Yonaguni. Las expediciones científicas combinan la observación directa por
buceadores con el uso de robots y sensores avanzados para documentar
detalladamente estas estructuras sumergidas.
Tecnologías
modernas aplicadas en la investigación
La
investigación de Yonaguni ha servido de campo de pruebas para tecnologías
subacuáticas de vanguardia en mapeo y documentación. Entre las principales
técnicas empleadas actualmente destacan:
- Fotogrametría 3D submarina: se ha convertido en una de las
herramientas más poderosas para registrar sitios arqueológicos bajo el
agua de forma rápida y precisa (Exploration
Tools: Photogrammetry: NOAA Office of Ocean Exploration and Research).
Consiste en tomar un gran número de fotografías digitales con amplia
superposición, cubriendo la estructura desde todos los ángulos posibles,
para luego procesarlas mediante software especializado (p. ej. Agisoft
Metashape, RealityCapture) que reconstruye una nube de puntos 3D y
genera un modelo tridimensional texturizado. En Yonaguni, los buzos nadan
siguiendo transectos pre-planificados alrededor de las formaciones, con la
cámara tomando imágenes cada pocos segundos, asegurando que cada sector de
la roca aparece en múltiples fotos desde distintas perspectivas. Incluso
se puede usar video continuo y luego extraer fotogramas para el procesado.
El resultado es un modelo digital donde se aprecia cada recoveco de
las “ruinas” con resolución de centímetros, que luego puede girarse,
medirse y examinarse al detalle en computadora (Exploring
the Uncharted Seafloors - Underwater 3D Scanning Robot
"MURAKUMO"|WORLD
SCAN PROJECT 公式note). La fotogrametría ha
permitido, por ejemplo, crear un mapa 3D completo del monumento de
Yonaguni y sus estructuras adyacentes, algo imposible de obtener con igual
precisión solo mediante dibujos o notas manuales. Además, estos modelos
sirven para divulgación: se han utilizado en documentales para “drenar
virtualmente” el agua y mostrar cómo lucirían las estructuras
emergidas. Cabe destacar que el agua añade retos técnicos a la
fotogrametría (distorsión por la refracción, partículas en suspensión,
iluminación dispareja), pero con buenos protocolos se logran resultados excelentes.
De hecho, la fotogrametría se considera ya un estándar en documentación de
patrimonio sumergido por su eficacia para cartografiar en 3D y a escala
real (Exploration
Tools: Photogrammetry: NOAA Office of Ocean Exploration and Research).
- Escaneo 3D y sonar multihaz: además de las cámaras, se emplean
escáneres acústicos para complementar la obtención de modelos. Un sonar
multihaz instalado en un ROV o en un barco mapea el relieve con alta
densidad de puntos, generando un modelo batimétrico del área. En
expediciones recientes, los científicos han combinado los enfoques: el
robot “Murakumo”, por ejemplo, integra cámaras multiángulo para
fotogrametría y un sonar de alta resolución, fusionando ambos datos para
producir modelos georreferenciados con exactitud posicional
milimétrica (Exploring
the Uncharted Seafloors - Underwater 3D Scanning Robot
"MURAKUMO"|WORLD
SCAN PROJECT 公式note). La ventaja del
sonar es que no depende de la visibilidad; incluso en aguas turbias
puede captar la forma de las estructuras. Por eso, si bien Yonaguni suele
gozar de aguas claras, en condiciones de mar revuelto un escaneo acústico
asegura que no se pierda información. Los datos de sonar multihaz permiten
ver la configuración general: por ejemplo, se ha revelado la presencia de gradas,
canales y bloques en torno al monumento principal incluso cuando la
visibilidad para los buzos era limitada. La cartografía batimétrica de
alta resolución es fundamental también para integrar el sitio de Yonaguni
en su contexto geológico más amplio (ver cómo se conecta la formación con
la base rocosa de la isla, la pendiente del terreno circundante, etc.) (HGM03-09).
En síntesis, la tecnología de escaneo 3D (ya sea óptico por
fotogrametría o acústico por sonar) proporciona registros tridimensionales
fiables para análisis posteriores, sustituyendo en gran medida a los
antiguos métodos de medición manual con cintas métricas.
- Sistemas de navegación y GIS
submarino: un
aspecto clave de las expediciones modernas es lograr que todos los datos
(fotos, modelos, mapas) estén referenciados espacialmente. Para
ello se usan balizas acústicas que, a modo de “GPS submarino”, permiten
conocer la posición de los buceadores o ROV mientras mapean. Por ejemplo,
se instalan transpondedores en el fondo alrededor del monumento y un
receptor en el ROV/buzo; midiendo tiempos de vuelo del sonido se calcula
la ubicación precisa durante el recorrido de fotografía. Así, el modelo 3D
resultante puede calibrarse en coordenadas reales. Luego, utilizando
Sistemas de Información Geográfica (SIG), se superponen capas de información:
el modelo de Yonaguni puede combinarse con mapas de corrientes, con
ubicaciones de hallazgos puntuales (como posibles inscripciones) o con
perfiles geológicos de la isla. Este enfoque integral high-tech convierte
al yacimiento en una base de datos espacial donde cada observación tiene
coordenadas, facilitando análisis multifactoriales. Tecnologías como la realidad
virtual también están haciendo su entrada: a partir de los modelos
fotogramétricos, se han generado experiencias de RV que permiten a
investigadores “bucear virtualmente” en Yonaguni, explorando las ruinas en
3D desde sus oficinas, lo que ayuda a planificar nuevas inmersiones o a
enseñar al público sobre el sitio de forma interactiva. En definitiva, la
aplicación conjunta de fotogrametría, escaneo sonar y sistemas de mapeo
digital ha llevado el estudio de Yonaguni a un nivel de detalle sin
precedentes en los últimos años.
Retos
operativos en las inmersiones de Yonaguni
Explorar
científicamente Yonaguni no está exento de desafíos prácticos, dados
tanto por la naturaleza del entorno como por las características del sitio.
Algunos de los principales retos operativos son:
- Corrientes fuertes y oleaje: Yonaguni se encuentra en mar
abierto, donde las corrientes oceánicas pueden ser muy intensas. De hecho,
la zona es famosa entre buceadores por la presencia de corrientes
variables y a veces impredecibles, asociadas a la confluencia de aguas del
Pacífico (Yonaguni
Underwater Ruins | Travel Japan - Japan National Tourism Organization
(Official Site)). Esto dificulta el trabajo bajo el agua: una
corriente fuerte puede arrastrar a los buzos, haciendo que mantener la
posición para tomar fotos precisas sea complicado, o moviendo al ROV y
tensionando su cable. Para mitigar este reto, las inmersiones científicas
se planifican en ventanas de mar en calma o corrientes débiles (por
ejemplo, durante la marea de reposo) y los buzos suelen anclarse al fondo
mediante ganchos o cabos durante la toma de datos en puntos críticos. Los
ROV, por su parte, se diseñan con propulsores potentes para resistir la
deriva, y aun así el piloto debe estar atento a compensar continuamente el
empuje del agua. Asimismo, el oleaje de superficie puede causar un vaivén
que se transmite por el cable del ROV o por la línea de vida de los
buceadores; por ello, las operaciones se suspenden si el mar está muy
picado. En Yonaguni, seleccionar la época adecuada del año es vital:
típicamente los meses de invierno a principios de primavera ofrecen buenas
condiciones para el buceo (agua clara y mayor presencia de fauna como
tiburones martillo), mientras que la temporada de tifones en verano-otoño
sería impracticable.
- Visibilidad y condiciones de
iluminación:
Aunque en días favorables las aguas de Yonaguni son sorprendentemente
transparentes, con visibilidades de decenas de metros (Get
Lost), las condiciones pueden cambiar rápidamente. La corriente puede
traer partículas en suspensión o plancton que reduzcan la visibilidad,
dificultando las labores de fotografía y observación. Una visibilidad
limitada implica que los buzos deban trabajar más cerca de las
estructuras, cubrir áreas pequeñas por inmersión y extremar la
organización para no perder contacto visual entre compañeros. Para lidiar
con este reto, el equipo emplea potentes sistemas de iluminación
subacuática: focos y flashes ayudan a mejorar la claridad de imágenes
incluso en entornos relativamente oscuros o a contrarrestar la dominante
azul. Además, el uso de instrumentos como el sonar permite “ver” la
estructura cuando los ojos no pueden; durante algunas expediciones, si el
agua estuvo turbia, se priorizaron los escaneos acústicos y se aplazó la
toma fotográfica detallada hasta que mejoró la claridad. Otro factor es la
iluminación natural: a 25-30 m de profundidad la luz del sol aún
llega, pero con tonos azulados; las inmersiones se realizan
preferentemente en horas de buena luz solar (medio día) para aprovechar al
máximo la claridad, ya que al atardecer o muy temprano la penumbra aumenta
y la percepción de colores disminuye. Todos estos cuidados buscan
garantizar que, aun con visibilidad variable, la expedición reúna datos de
calidad suficiente.
- Profundidad y limitaciones de
inmersión: El
monumento de Yonaguni se encuentra en un rango de profundidad moderada
(aproximadamente entre 5 y 30 metros bajo la superficie). Si bien esto
está dentro del límite del buceo autónomo recreativo, representa un desafío
de tiempo para los investigadores. A 25-30 m, los buzos disponen de
tiempos de fondo relativamente cortos (usualmente 20-30 minutos antes de
tener que ascender para no exceder los límites sin descompresión,
dependiendo de la mezcla de gas que usen). Esto significa que las tareas
deben planificarse meticulosamente: qué sector mapear primero, qué fotos
son prioritarias, etc., optimizando cada minuto. Las expediciones
científicas suelen utilizar buceo sucesivo en tandas –varios equipos de
buzos rotan– para ampliar la cobertura total en un día, respetando
intervalos de superficie para eliminar el nitrógeno acumulado en el
cuerpo. Otra estrategia es el uso de Nitrox (aire enriquecido con
oxígeno) para extender el límite no-deco a esas profundidades, o incluso
realizar paradas de descompresión programadas si un buzo ha excedido el
tiempo directo (lo cual requiere entrenamiento avanzado). Además de la
cuestión del tiempo, la profundidad implica que los buzos trabajan bajo
una presión significativa (3-4 atmósferas), lo que puede causar narcosis
de nitrógeno leve; por ello, los más experimentados lideran las tareas
finas (ej. identificar posibles inscripciones) para minimizar errores de
juicio. Afortunadamente, al no ser extremadamente profundo, Yonaguni no
requiere aparatos complejos como buceo en saturación o trajes
atmosféricos, pero sí una logística rigurosa para aprovechar el tiempo
limitado en el fondo en cada inmersión. En cuanto a los ROV, este rango de
profundidad es manejable para la mayoría de robots científicos (muchos
están diseñados para cientos de metros), pero deben cuidarse los cables y
la comunicación, ya que un descuido podría hacer que el ROV quede atrapado
en alguna grieta de la estructura mientras el barco es desplazado por las
olas.
- Logística y aislamiento geográfico: Yonaguni es la isla más occidental
de Japón, con infraestructura limitada. Montar una expedición científica
allí implica transportar equipos pesados (compresores de aire, cilindros
extra, equipos de ROV, ordenadores) por vía aérea o en barco desde Okinawa
o Japón continental. La coordinación logística es crucial: un error
en llevar repuestos podría significar la falla de un equipo clave sin
opción a reemplazo inmediato en ese lugar remoto. Asimismo, las
embarcaciones de apoyo deben ser adecuadas: se suele fletar un bote de
buceo local que sirva de plataforma tanto para los buzos como para
desplegar el ROV y los sensores. Dado el carácter aislado, las
expediciones cuentan con planes de emergencia robustos (por ejemplo,
disponibilidad de oxígeno de primeros auxilios y coordinación para
evacuación en caso de accidente de buceo, ya que la cámara hiperbárica más
cercana podría estar en Okinawa a cientos de kilómetros). Este aislamiento
también significa que cada día de mar en calma es muy valioso; si el clima
empeora, a veces hay que esperar varios días en tierra, consumiendo tiempo
y recursos del proyecto. Los equipos científicos llevan también múltiples
sistemas de energía (generadores portátiles, baterías solares) para
alimentar sus aparatos en caso de que las facilidades en la isla sean
insuficientes. En resumen, operar en Yonaguni requiere enfrentar no solo
los desafíos bajo el agua, sino también superar obstáculos logísticos por
su ubicación remota.
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